Neurología
Biomarcadores en Esclerosis Múltiple
Por Dr. Alfredo Antigüedad Responsable de la Unidad Neuroinminologia-EM. Jefe de Servicio Neurología Hospital Universitario Cruces. Las manifestaciones clínicas de las enfermedades son en muchos casos la punta del iceberg de lo […]
Por Dr. Alfredo Antigüedad Responsable de la Unidad Neuroinminologia-EM. Jefe de Servicio Neurología Hospital Universitario Cruces.
Las manifestaciones clínicas de las enfermedades son en muchos casos la punta del iceberg de lo que realmente está pasando o ha pasado ya en el organismo. Un claro ejemplo lo tenemos en la EM: en el momento de la primera recaída es habitual que detectemos mediante la RMN otras lesiones asintomáticas que habían aparecido tiempo atrás.
Se puede definir biomarcador como cualquier información (sustancia, estructura, etc) de un proceso biológico que puede ser medido y cuantificado. Por ejemplo, en el caso de la EM la RMN sería un biomarcador de la actividad inflamatoria en la enfermedad, dado que nos permite comprobar que la enfermedad está activa en pacientes que no presentan nuevos síntomas. Los biomarcadores buscan identificar y cuantificar lo que pasa en la parte no evidente de la enfermedad. Los biomarcadores pueden ser clínicos o basados en pruebas complementarias, pero a los que se les está prestando más atención son aquellos que podemos analizar en muestras biológicas, principalmente la sangre.
Los biomarcadores nos permiten en ciertas enfermedades hacer un diagnóstico preclínico o de certeza, o monitorizar su evolución, o la respuesta al tratamiento, o nos pueden indicar el pronóstico que tendrá un paciente o elegir de manera personalizada el mejor tratamiento. Y hoy por hoy disponemos de muy pocos biomarcadores para el manejo de la EM.
El cerebro y la medula espinal están envueltos en líquido cefalorraquídeo. Las sustancias que se producen dentro del sistema nervioso central pueden ser detectadas en el líquido cefalorraquídeo, como las bandas oligoclonales de inmunoglobulinas. La realización frecuente de punciones lumbares sin embargo no es factible ni por seguridad ni tolerabilidad para los pacientes.
Por otro lado, el tráfico de sustancias desde el líquido cefalorraquídeo a la sangre es muy escaso por lo que estas pasan en cantidades muy pequeñas a la sangre y por ello su determinación es muy difícil; o lo era hasta hace muy poco.
En la actualidad, desde hace muy poco tiempo, disponemos de una técnica de laboratorio ultrasensible y cuantitativa para detectar sustancias que se encuentra en concentraciones muy muy pequeñas. Esta técnica denominada SIMOA exige un equipamiento costoso. Afortunadamente y gracias a dos becas oficiales en Bizkaia disponemos de uno de estos equipamientos en el Instituto Achucarro; en el estado hay hasta le fecha apenas 4 equipamientos semejantes.
Uno de los primeros biomarcadores en sangre que se están estudiando en la EM son las cadenas ligeras de los neurofilamentos (NFl). Los NFl se liberan cuando se destruyen los axones (una parte de las neuronas), bien como consecuencia de la aparición de una nueva lesión de EM, bien como consecuencia de otros mecanismos neurodegenerativos. Actualmente sabemos que los pacientes con EM tienen niveles de NFl en sangre más elevados que la población general, y que los NFl se elevan incluso antes de que los pacientes hayan sido diagnosticados, y que se incrementan con las recaídas y descienden con los tratamientos modificadores de la EM, y se están investigando otras posibles utilidades de esta determinación. Pero todavía nuestra información sobre la dinámica de los NFl en la EM es incompleta para poder utilizar esta determinación para tomar decisiones en la práctica clínica. Pero quizás en un futuro la determinación de NFl en la sangre tenga un papel protagonista para el pronóstico diagnóstico y seguimiento de la EM.
Pero la tecnología SIMOA abre la oportunidad de buscar otros biomarcadores en la sangre que nos den otro tipo de información complementaria a la intensidad de destrucción de los axones que nos suministran los NFl. Por ejemplo, poder identificar el cambio de una evolución a brotes a otra secundariamente progresiva, o poder personalizar el tratamiento. O quizás se construyan “sets” de biomarcadores que detectaremos periódicamente en la sangre para avanzar en la medicina de precisión.
Todavía hay mucho que investigar mucho para alcanzar esta meta, pero en Bizkaia disponemos de la tecnología y del conocimiento básico y clínico para ello.