Neurología

Envejecer con Esclerosis Múltiple

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Dr. Jose Luis Sanchez Menoyo . Neurólogo especialista en Esclerosis Múltiple en Hospital de Galdakao. El envejecimiento  es inherente al ser humano; todos envejecemos, también las personas con Esclerosis Múltiple […]

Dr. Jose Luis Sanchez Menoyo . Neurólogo especialista en Esclerosis Múltiple en Hospital de Galdakao.

El envejecimiento  es inherente al ser humano; todos envejecemos, también las personas con Esclerosis Múltiple (EM).

Aunque al pensar en una persona afectada de  Esclerosis Múltiple es probable que imaginemos a una persona joven y es cierto que la enfermedad debuta en la mayoría de los casos en personas jóvenes, hoy día, hay un número creciente de personas con EM que son mayores de 65 años. La proporción total puede ser pequeña, pero la tendencia en la población hacia una mayor  esperanza de vida, hará que su número aumente con el tiempo. Este aumento también está motivado por la mayor supervivencia en los pacientes con EM derivados de unos tratamientos más efectivos  y una mejor atención global. Su esperanza de vida se aproxima cada vez más a la de la población general.

Al pasar los años, el comportamiento de la EM, cambia. Los brotes, la expresión típica de la enfermedad los primeros años, van reduciendo su frecuencia y en muchos pacientes, dejan de presentarse. Muchos pacientes mayores con Esclerosis Múltiple se encuentra en la fase progresiva de la enfermedad en que los síntomas empeoran de forma paulatina sin grandes fluctuaciones. La velocidad de la progresión es variable de unos pacientes a otros y muchos alcanzan una situación de estabilidad sin apenas variaciones en su estado. El  nivel de discapacidad a estas edades depende de factores como los años de evolución de la enfermedad y la agresividad variable de la enfermedad de unos pacientes a otros en los años que han vivido con la EM.

Al considerar el envejecimiento en la EM debemos tener en cuenta hay cambios físicos relacionados con la edad que todas las personas experimentarán en mayor o menor grado, independientemente de si tienen o no EM. Con la edad se produce una reducción en la fuerza muscular, la masa ósea, cambio en las articulaciones, una reserva cardiopulmonar reducida y una peor regulación de la temperatura. Muchos síntomas experimentados por las personas con EM (como dolor, fatiga, depresión, cambios cognitivos, trastornos visuales y pérdidas de movilidad) también son experimentados por las personas que envejecen sin EM. Los cambios normales relacionados con la edad se unen a los síntomas de la EM, contribuyendo  a limitar la calidad de vida de las personas mayores con EM.

Los adultos mayores con EM experimentan mayores dificultades para poder llevar a cabo una vida independiente. Para ellos el transporte público adaptado, la vivienda accesible, la atención domiciliaria profesional, los servicios sociales, la atención sanitaria y los programas de rehabilitación física son fundamentales para conservar la mejor calidad de vida posible.

A medida que las personas con EM envejecen, pueden aparecer otros problemas de salud como problemas cardiovasculares, diabetes, artrosis y otras enfermedades crónicas. Estas patologías sobrevenidas les denominan comorbilidades y su aparición puede empeorar la discapacidad y la calidad de vida. El personal sanitario, los cuidadores y  los propios pacientes deben estar atentos a la aparición de estas otras afecciones y tratarlas.

Al igual que el resto de personas con EM, también las personas mayores deben tomar un rol activo en su propia atención médica y en la toma de decisiones relacionadas con su salud y su bienestar incluyendo los  cuidados paliativos y las decisiones sobre el final de la vida, siempre priorizando  la calidad de vida y teniendo en cuenta a la persona y a su familia, garantizando la libre toma de decisiones y manteniendo una comunicación abierta con los profesionales de la salud.

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