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Los brotes en Esclerosis Múltiple: qué son y cómo identificarlos

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José Luis Sanchez Menoyo, Neurólogo  Responsable de la consulta de Esclerosis Múltiple del Hospital de Galdakao-Usansolo. La forma de presentación inicial de la Esclerosis Múltiple en la mayoría de las personas […]

José Luis Sanchez Menoyo, Neurólogo  Responsable de la consulta de Esclerosis Múltiple del Hospital de Galdakao-Usansolo.

La forma de presentación inicial de la Esclerosis Múltiple en la mayoría de las personas afectadas por la enfermedad es la ‘recurrente-remitente’ o en ‘brotes’.

Denominamos brote a los síntomas que experimenta un paciente como consecuencia de la aparición de una o varias lesiones desmielinizantes o por aumento de tamaño de una lesión previa. Los brotes pueden provocar síntomas nuevos, pero también pueden agravar síntomas que ya tenía el paciente.

Los síntomas que produce un brote se desarrollan en horas y progresan en días. No suelen aparecer de forma instantánea, como sería, por ejemplo, el caso de un ictus.

Al cabo de unos días, estos síntomas, evolucionan hacia la mejoría, hacia la remisión, que puede ser completa o parcial. Los síntomas que provoca el brote, por definición, han de durar al menos 24 horas y entre brotes sucesivos debe pasar al menos un mes para considerarlos brotes diferentes.

La frecuencia de los brotes es mayor en las primeras fases de la enfermedad y con los años su frecuencia se reduce. La frecuencia, gravedad y síntomas concretos de un brote son muy variables de unos pacientes a otros y, a día de hoy, impredecibles.

La mayoría de los brotes se desarrollan sin un desencadenante aunque hay factores que pueden favorecer su aparición, como las infecciones, algunas vacunas, el estrés y el periodo postparto.

La mayoría de los síntomas que producen los brotes se producen por pérdida, normalmente parcial, de una función del sistema nervioso central y aunque los síntomas son muy variados, hay síntomas que casi nunca son debidos a un brote, como dolores de cabeza, ataques epilépticos, ceguera completa y pérdida del lenguaje.

No todos los síntomas que aparecen o se agravan en un paciente son debidos a un brote. Hay circunstancias en las que un paciente puede experimentar un agravamiento de síntomas previos como consecuencia de un aumento de la temperatura corporal por fiebre, actividad física intensa, o un baño con agua muy caliente. También el estrés psíquico puede tener el mismo efecto. Este agravamiento es transitorio y son lo que denominamos pseudobrotes. A veces, incluso para un neurólogo con experiencia, no es fácil saber si el paciente ha sufrido un brote o no.

Los síntomas más habituales en los brotes son: síntomas sensitivos con pérdida de tacto; acartonamiento; hormigueos o calambres en una o varias extremidades, el tronco y/o la cara; síntomas motores con debilidad en una o varias extremidades, pérdida de visión por un ojo, vértigos, dificultad para pronunciar o tragar, pérdida de equilibrio o mal control de los movimientos de las extremidades, visión doble y pérdida aguda del control de los esfínteres. Muchas veces se combinan varios de estos síntomas de formas diversas. La mayoría de los brotes son leves o moderados y casi nunca comprometen la vida del paciente.

Como norma general, recomendamos al paciente consultar cuanto antes con su neurólogo la aparición de síntomas o agravamiento de los que ya tenían, ya que es el neurólogo el que puede valorar si realmente es un brote o no y si lo es, puede indicar tratamiento para acelerar la recuperación.

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