Mi vida nada tiene que ver con lo que soñaba para mí
Superando mis limitaciones consigo cada día hacer una vida normal.
Marian Ruiz Rubio
Marian Ruíz Rubio, afectada de EM
Nunca fue difícil para mí narrar historias, quizás porque siempre fui una soñadora y dejar volar la imaginación, inventar vidas con fines fantásticos era la única forma de pasear por un mundo carente de problemas. Pero en esta ocasión es una porción de mí misma lo que he de contar, y disfrazarlo de un haz maravilloso no sería justo, sobre todo para vosotros, los que vivís esta realidad.
Desde luego mi vida nada tiene que ver con lo que soñaba para mí. Triunfar en un mundo de hombres, ser ese ideal de mujer independiente que no necesita a nadie para sobrevivir. En breve cumpliré treinta y ocho años de vida. A los veintisiete, después de haber pasado circunstancias muy duras, que no viene al caso mencionar, me diagnosticaron Esclerosis Múltiple (EM), una enfermedad de la que nunca había oído hablar.
No voy a negar que muchas fueron las ocasiones en las que el temor me asaltaba, pero la verdad es que las cosas no me iban del todo mal. Tenía la convicción de que nunca llegaría ese día en que… Sí, de pronto algo cambió, mi cuerpo no respondía, apenas podía andar, no mantenía el equilibrio y estaba lleno de dolor, físico y anímico. Los médicos dijeron que no me preocupase, que en unos meses volvería a estar prácticamente igual que antes. Esos tres meses duran ya cuatro años, y aunque son muchas las veces en que el día a día se hace muy duro y pienso «no puedo más», la mayor parte del tiempo continúo anclada en ese primer mes, con la ilusión intacta, a la espera de ese tercer mes en que todo volverá a estar bien. El tiempo es algo relativo y, a veces, inexistente. ¿Es que acaso la esperanza sólo tiene validez durante tres meses? Éste no es el plazo de una letra a pagar, es el tiempo de una vida llena de trimestres, y no puedo ni quiero cerrar esa puerta a la esperanza.
Nada más lejos de lo que soñé lo que hoy tengo, pues dependo de muchas cosas y algunas personas. No todos los que formaban mi entorno supieron adaptarse a mi nueva realidad, pero entiendo que la naturaleza es sabia y, al final, permanecen los que merecen estar. Recibo tanto amor, de tantas personas, que a veces me siento como esa niña mimada que nunca fui. Creo, y por favor no os enojéis conmigo, que si esta enfermedad nos eligió a nosotros, es porque así tenía que ser. Os he conocido a algunos de vosotros y siempre me maravilló la fuerza y el tesón que poseéis, y os he sentido más vivos que a muchas de las personas saludables que conocí en mi vida. Gracias, porque en vosotros también me miré para aprender.
Superando mis limitaciones consigo cada día hacer una vida normal.
Marian Ruiz RubioMarian Ruíz Rubio, afectada de EM
Nunca fue difícil para mí narrar historias, quizás porque siempre fui una soñadora y dejar volar la imaginación, inventar vidas con fines fantásticos era la única forma de pasear por un mundo carente de problemas. Pero en esta ocasión es una porción de mí misma lo que he de contar, y disfrazarlo de un haz maravilloso no sería justo, sobre todo para vosotros, los que vivís esta realidad.
Desde luego mi vida nada tiene que ver con lo que soñaba para mí. Triunfar en un mundo de hombres, ser ese ideal de mujer independiente que no necesita a nadie para sobrevivir. En breve cumpliré treinta y ocho años de vida. A los veintisiete, después de haber pasado circunstancias muy duras, que no viene al caso mencionar, me diagnosticaron Esclerosis Múltiple (EM), una enfermedad de la que nunca había oído hablar.
No voy a negar que muchas fueron las ocasiones en las que el temor me asaltaba, pero la verdad es que las cosas no me iban del todo mal. Tenía la convicción de que nunca llegaría ese día en que… Sí, de pronto algo cambió, mi cuerpo no respondía, apenas podía andar, no mantenía el equilibrio y estaba lleno de dolor, físico y anímico. Los médicos dijeron que no me preocupase, que en unos meses volvería a estar prácticamente igual que antes. Esos tres meses duran ya cuatro años, y aunque son muchas las veces en que el día a día se hace muy duro y pienso «no puedo más», la mayor parte del tiempo continúo anclada en ese primer mes, con la ilusión intacta, a la espera de ese tercer mes en que todo volverá a estar bien. El tiempo es algo relativo y, a veces, inexistente. ¿Es que acaso la esperanza sólo tiene validez durante tres meses? Éste no es el plazo de una letra a pagar, es el tiempo de una vida llena de trimestres, y no puedo ni quiero cerrar esa puerta a la esperanza.
Nada más lejos de lo que soñé lo que hoy tengo, pues dependo de muchas cosas y algunas personas. No todos los que formaban mi entorno supieron adaptarse a mi nueva realidad, pero entiendo que la naturaleza es sabia y, al final, permanecen los que merecen estar. Recibo tanto amor, de tantas personas, que a veces me siento como esa niña mimada que nunca fui. Creo, y por favor no os enojéis conmigo, que si esta enfermedad nos eligió a nosotros, es porque así tenía que ser. Os he conocido a algunos de vosotros y siempre me maravilló la fuerza y el tesón que poseéis, y os he sentido más vivos que a muchas de las personas saludables que conocí en mi vida. Gracias, porque en vosotros también me miré para aprender.