Viviendo con la EM
la experiencia de acudir a ADEMBI, recibir las atenciones y el cariño de sus profesionales y, sobre todo, ver cómo muchísima gente se enfrenta a la enfermedad con una sonrisa me ha ayudado mucho
Leyre Garcia
Leyre Lazaro, socia de ADEMBI
Me llamo Leyre, tengo 32 años y en julio de 2007 tuve el primer brote de Esclerosis Múltiple. Los síntomas fueron de hormigueos y acorchamiento en el brazo izquierdo y la mitad de la cara. Siempre he sido muy miedosa y, al notar estos síntomas, me asusté muchísimo por lo que entré en un cuadro bastante fuerte de ansiedad y agorafobia.
Los médicos relacionaban todo a los nervios, pero yo sabía que algo diferente estaba ocurriendo en mi cuerpo. Como los síntomas no remitían me hicieron una resonancia magnética y entonces apareció la posible Esclerosis Múltiple que me ha acompañado hasta febrero de este año cuando un segundo brote dio paso al diagnóstico de Esclerosis Múltiple. Este último brote fue más duro e incapacitante que el primero.
Pero, aunque parezca absurdo, la confirmación del diagnóstico me alivió, me sentí comprendida y afronté el segundo brote con más fuerza que la primera vez. Ya sabía qué le pasaba a mi cuerpo, qué tratamientos me podían ayudar y que no tenía que preocuparme por si era algo peor.
Desde entonces necesito una muleta para andar y en ocasiones utilizo la silla de ruedas para hacer cosas que la fatiga no me permite realizar de otro modo. Pero, al menos, el miedo va desapareciendo y voy adaptándome a mi nueva vida. Así es como lo quiero ver, una nueva vida, con dificultades, pero también con muchas experiencias agradables.
Por ejemplo, la experiencia de acudir a ADEMBI, Asociación de Esclerosis Múltiple de Bizkaia, recibir las atenciones y el cariño de sus profesionales y, sobre todo, ver cómo muchísima gente se enfrenta a la enfermedad con una sonrisa me ha ayudado mucho y me ha hecho ver la vida de una forma totalmente diferente.
Antes, ignorante, cuando veía una persona en silla de ruedas me compadecía de ella y me daba vergüenza mirarla por si le hacía sentir mal. Ahora sé que siguen siendo las mismas personas, con la necesidad de utilizar una silla de ruedas para mejorar su calidad de vida, pero con muchísimas cosas que hacer y de las que disfrutar.
Por otra parte, he comprobado que lo que pensaba sobre mi familia es cierto, son una gran familia en todos los sentidos ya que, además de acompañarme y ayudarme cuando estoy peor, han hecho el esfuerzo de enfrentarse a la enfermedad, conocerla, y no olvidar que sigo siendo la Leyre de siempre.
Tenemos que reconocer que tanto ellos como los amigos tienen un papel complicado al intentar ayudarnos ante algo que desconocen, animarnos a pesar de estar confusos, y con muchos miedos y preguntas rondando por sus cabezas. También ellos pasan por un periodo duro de adaptación a la enfermedad de un ser querido.
Desde el principio he sido consciente de ello por lo que he hablado con normalidad de la EM, con ellos y con todo el que me ha preguntado qué me pasa.
Creo que no debemos ocultar nada ya que no somos responsables de lo que nos ocurre y la gente que nos quiere merece la oportunidad de ayudarnos y de ver que seguimos siendo personas con el mismo corazón, las mismas ilusiones y capaces de seguir siendo felices.
Nuestra vida no ha terminado, ha cambiado y seguiremos viviendo, riendo y queriéndoles como hacíamos antes. Muchísima fuerza para todos vosotros.
la experiencia de acudir a ADEMBI, recibir las atenciones y el cariño de sus profesionales y, sobre todo, ver cómo muchísima gente se enfrenta a la enfermedad con una sonrisa me ha ayudado mucho
Leyre GarciaLeyre Lazaro, socia de ADEMBI
Me llamo Leyre, tengo 32 años y en julio de 2007 tuve el primer brote de Esclerosis Múltiple. Los síntomas fueron de hormigueos y acorchamiento en el brazo izquierdo y la mitad de la cara. Siempre he sido muy miedosa y, al notar estos síntomas, me asusté muchísimo por lo que entré en un cuadro bastante fuerte de ansiedad y agorafobia.
Los médicos relacionaban todo a los nervios, pero yo sabía que algo diferente estaba ocurriendo en mi cuerpo. Como los síntomas no remitían me hicieron una resonancia magnética y entonces apareció la posible Esclerosis Múltiple que me ha acompañado hasta febrero de este año cuando un segundo brote dio paso al diagnóstico de Esclerosis Múltiple. Este último brote fue más duro e incapacitante que el primero.
Pero, aunque parezca absurdo, la confirmación del diagnóstico me alivió, me sentí comprendida y afronté el segundo brote con más fuerza que la primera vez. Ya sabía qué le pasaba a mi cuerpo, qué tratamientos me podían ayudar y que no tenía que preocuparme por si era algo peor.
Desde entonces necesito una muleta para andar y en ocasiones utilizo la silla de ruedas para hacer cosas que la fatiga no me permite realizar de otro modo. Pero, al menos, el miedo va desapareciendo y voy adaptándome a mi nueva vida. Así es como lo quiero ver, una nueva vida, con dificultades, pero también con muchas experiencias agradables.
Por ejemplo, la experiencia de acudir a ADEMBI, Asociación de Esclerosis Múltiple de Bizkaia, recibir las atenciones y el cariño de sus profesionales y, sobre todo, ver cómo muchísima gente se enfrenta a la enfermedad con una sonrisa me ha ayudado mucho y me ha hecho ver la vida de una forma totalmente diferente.
Antes, ignorante, cuando veía una persona en silla de ruedas me compadecía de ella y me daba vergüenza mirarla por si le hacía sentir mal. Ahora sé que siguen siendo las mismas personas, con la necesidad de utilizar una silla de ruedas para mejorar su calidad de vida, pero con muchísimas cosas que hacer y de las que disfrutar.
Por otra parte, he comprobado que lo que pensaba sobre mi familia es cierto, son una gran familia en todos los sentidos ya que, además de acompañarme y ayudarme cuando estoy peor, han hecho el esfuerzo de enfrentarse a la enfermedad, conocerla, y no olvidar que sigo siendo la Leyre de siempre.
Tenemos que reconocer que tanto ellos como los amigos tienen un papel complicado al intentar ayudarnos ante algo que desconocen, animarnos a pesar de estar confusos, y con muchos miedos y preguntas rondando por sus cabezas. También ellos pasan por un periodo duro de adaptación a la enfermedad de un ser querido.
Desde el principio he sido consciente de ello por lo que he hablado con normalidad de la EM, con ellos y con todo el que me ha preguntado qué me pasa.
Creo que no debemos ocultar nada ya que no somos responsables de lo que nos ocurre y la gente que nos quiere merece la oportunidad de ayudarnos y de ver que seguimos siendo personas con el mismo corazón, las mismas ilusiones y capaces de seguir siendo felices.
Nuestra vida no ha terminado, ha cambiado y seguiremos viviendo, riendo y queriéndoles como hacíamos antes. Muchísima fuerza para todos vosotros.